domingo, agosto 23

Walter Mitty-ing


Traducía el material adicional de un DVD de cierta película la semana pasada. El guionista (muerto hoy en día) contaba que el género con el que él disfrutaba trabajar era una cantera infinita que le daría dinero mientras viviera (evidentemente, eso se acabo para él jaja). El cine de catástrofes -explicaba- llamará la atención siempre en la medida en que la humanidad es irremediablemente morbosa, al mismo tiempo que cobarde y soñadora.

Nunca habrá un accidente al que no llegue una multitud de gente que quiera presenciar sus consecuencias. Por otra parte, todo el mundo quisiera ser un héroe pero es demasiado cobarde como para concretar lo que solo en sus fantasías tiene un grado remotamente ontológico*. Entonces las películas de catástrofes nos permiten satisfacer esa sed de presenciar las desgracias ajenas, ser el héroe y, en la mayoría de los casos, disfrutar del delicado encanto de la supervivencia. Las películas de catástrofes nos permiten por un par de horas desprendernos de la aburrida, cotidiana e insoportable (no voy a decir levedad del ser) existencia.

"A fin de cuentas todos somos Walter Mitties".

  • Main Entry: Wal·ter Mit·ty
  • Function: noun
  • Etymology: Walter Mitty, daydreaming hero of a story by James Thurber
  • Date: 1949

: a commonplace unadventurous person who seeks escape from reality through daydream

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Pero a veces se antoja soñar con una existencia libre de catástrofes, sobre todo las personales. Se antoja no tener que sobrevivir, no tener que padecer, no tener que soportar, no tener que salir victorioso, no tener que salir de la insoportable (no diré levedad del ser) existencia cotidiana y aburrida. A veces se antoja soñar con que la vida va a seguir tranquila y sin morbo, sin proezas, sin nada más que la seguridad de que el mundo seguirá ahí cuando despertemos.

*¿Puede haber grados ontológicos? Yo digo que sí, gracias.

Ahora escucho: The Antlers - Hospice. Y usted debería hacer lo mismo.

viernes, agosto 14

Turista


Veo a la gente bailar y me pregunto si de verdad lo está disfrutando. Lo digo porque muchas veces parece que yo estoy disfrutando algo y en realidad en mi cabeza hay toda una maquinaria que se activa para no demostrar cuánto lo estoy odiando. No es tanto que finja, sino que supongo que -como a mucha gente- me estresa el no encajar y me esfuerzo por lograr ser parte del momento. Entonces quizá sea un acto mucho más honesto y entregado que el hecho de gozar algo "sinceramente", porque uno no se embriaga del mero goce, sino que racionalmente decide dar a entender al otro -alguien relevante- que su compañía le resulta placentera. También a veces simplemente la paso bien.

Es solo que me gusta guardar una distancia entre la felicidad colectiva y yo. En muchas ocasiones por fascinación, en otras por envidia y finalmente por pura curiosidad. Veo a la gente bailar y me resulta por demás inquietante. Intento imaginar en qué están pensando, si se dan cuenta de que los estoy analizando o si están en alguna clase de trance. Recuerdo cuando mis papás bailaban de jóvenes, cómo todos los demás esperaban que yo también tuviera una inclinación a hacerlo. Ellos bailaban muy bien, a mí siempre me pareció una actividad molesta y altamente desagradable.

No solo me inquieta ver a la gente bailar. Frecuentemente me incomoda una gran parte de las actividades sociales en general; por ejemplo, el pasar de ser un desconocido a un conocido. Cuando acababa de entrar a la facultad de filosofía hablé con una chica que me pareció muy adecuada para tenerla cerca como amiga. Siempre he sido torpe para mantener conversaciones con otras mujeres y no quería estropear esta amistad en potencia desde tan temprano. Sabía que teníamos muchas cosas de qué hablar, pero no me atrevía a tocar ningún tema si ella no lo hacía primero. Así, durante meses, me angustió mucho estar sola con ella porque no quería que me encontrara poco interesante. Me reía de sus chistes y me interesaba en sus pláticas. A la gente le gusta eso. A veces hablaba con el tipo de expresiones que ella usaba. Todavía hoy en día las uso, pero ahora ya puedo decir que se las copié a mi amiga. Solo tuvieron que pasar siete años.

No sé por qué me aterra tanto el quedar fuera de lo que está sucediendo, el parecer un alienígena temeroso de ser descubierto y de los análisis que todos querrían practicarle después de quedar desnudo con su naturaleza ajena. Antes solía repetirme en la cabeza que no había pedo con ser el perpetual outsider, la turista en mi propio mundo; pero la verdad es que siempre estoy intentando no quedarme fuera. Sí hay veces en las que siento que casi lo logro. También hay veces en las que siento que el teatrito no está funcionando y que pronto empezará caer la lluvia de jitomates furiosos.

viernes, agosto 7

Woman sleeping, Man dying.

Mi sueño efectivamente fue intranquilo. Soñé que entraba a un departamento donde había un hombre muerto, veía tanta sangre que yo asumía que lo habían asesinado. En vez de llamar a la policía buscaba en sus bolsillos y me llevaba su cámara y su iPod. La culpa me carcomía, pero estaba más preocupada por revisar las funciones de la cámara. Zoom, image enhancing, culpa. Sabía que si la policía tuviera estos elementos podría esclarecer más rápidamente el crimen (no el zoom, image enhancing y la culpa, sino el iPod y la cámara), pero no quería entregarlos. Desperté cuando estaba a punto de revisar las fotografías de la memoria, que supuestamente habían sido tomadas antes del asesinato. Buen sueño.

Luego abrí los ojos y vi que había dejado un DVD en la compu, se reprodujo toda la noche porque eran capítulos de una serie. Sentí ganas de escuchar a Morrissey y me di cuenta de que solo tengo uno de sus discos físicamente. Qué pena. Así que este fin de semana será el fin de semana en el que compraré lo que sea posible encontrar de su discografía. En especial espero conseguir Your Arsenal. Con albur.

jueves, agosto 6

Del pie torcido a la inconsciencia vecinal

Uno ya debería saberlo: Ningún día que empiece con un pie torcido puede terminar bien.

Al pie torcido siempre le puede seguir una feria de posibilidades: más dolores corporales, malestares estomacales, estrés laboral... Comida que no se antoja (que resulta casi repugnante), un tenedor de plástico que se rompe, sopa que se derrama en la blusa blanca y deja un rastro de miseria que va del pecho al seno y que parece decir: "Sí, es un mal día y como si eso no fuera suficiente, coloco esta mancha que da fe de mi torpeza y patetismo".

A estas alturas uno ya debería saberlo: La culpa no es del pie torcido ni de la sopa. Como tampoco es culpa de los vecinos que las paredes de los departamentos de Tlatelolco permitan que todo pase de un lado a otro: gemidos, lloriqueos, festejos, diálogos de televisión, diálogos de radio, música, "música", "gemidos".

Lo único que quiero es dormir y los vecinos y su inconsciencia (oh, con que de ahí viene el título del post, qué poco predecible) se interponen entre un sueño intranquilo y yo. De cualquier forma, seguramente si lograra dormir pasaría algo de estatus "cereza en el pastel" y temblaría y moriría aplastada o algo. Mejor la inconsciencia de los vecinos.

Y es que a estas alturas uno ya debería chingado saberlo: Ningún día que empiece con un pie torcido puede terminar bien.



Haz tu magia, Morrissey.