viernes, junio 26

Cabrón, cabrón

Esta foto no viene al caso y qué.


El título es una canción que traigo pegada desde hace días, gracias a Juanri 'el tati' Urrusti. No quiero que se me despegue, así que no dejo de cantarla y de pensarla. Camino y pienso cosas al ritmo de cabrón-cabrón. Llovió-llovió. Yo-ya-me-voy. Y así. Ayer salí de trabajar a medianoche. No tenía dinero para el taxi, así que tuve que correr para alcanzar el último metrobús. Como si mi miseria no fuera suficiente, comenzó a llover sobre mi patética vida. Llovió-y-llovió. El clima se-la-mamó. Así traigo pegada la canción. I don't wanna fight, I wanna get along with you... Es lo único que me sé aparte de cabrón-cabrón. Entonces son las palabras que de repente se escapan sin que yo quiera (el cabrón-cabrón nunca se me sale porque me incomoda cantarlo frente a más gente). Cuando las canto me doy cuenta de que ya estoy un poco harta de la canción. A los cinco minutos se me vuelve a salir el mismo versito. ¿Es un versito? Ni sé. Ni modo de decir renglón o línea. Versito, mejor. Cabrón-cabrón. I don't wanna fight, I wanna get along with you. Y no se me despega.

Muero de sueño porque me la paso trabajando. No tengo para el taxi, pero me la paso trabajando. Un día antes de salir a medianoche y no tener para el taxi, salí a las cuatro de la mañana. Técnicamente era el mismo día. Sí me siguen, ¿no? Salí a las cuatro de la mañana y sí tenía para el taxi. Llamé al sitio. Me tocó un viejito platicador. Iba a 50 km/h y no se pasaba ni un alto el muy cabrón-cabrón. I do want to fight, I don't wanna get along with you. No dejaba el tema de los horarios de trabajo. Que él se avienta jornadas de hasta 20 horas. Tenía ganas de decirle que yo me las he aventado más largas, pero ante la inevitabilidad del albur mejor no le dije nada. Albur-albur.

En fin, ese día que salí a medianoche, que técnicamente fue el mismo que salí a las cuatro, pero eso fue un día antes según mi memoria cronológica, me agarró la lluvia de la que hablaba al principio. Una lluvia que parecía querer sacarme de mi miseria con pequeños golpecitos sobre mi impermeable naranja. Pensé en el escenario: salir de trabajar a medianoche y que le agarre a uno la lluvia durante las cuatro cuadras que tiene que caminar para llegar al metrobús con su impermeable naranja. Loser-loser. Sin-embargo, sentí que mi filmómetro subía a lo loco. Un filmómetro es lo que mide el grado cinematográfico de momentos en la vida. El mío explotó cuando Juanra y yo nos besamos por primera vez, hace un año y medio, aproximadamente. También cuando gané el concurso de oratoria en la secundaria diurna no. 24 Leona Vicario, donde solo estuve un año. Pero el filmómetro se regenera cuando uno ve películas sublimes, así que no hay gran pedo. Anímese a hacerlo explotar. Decía yo que mientras corría bajo la lluvia pensé que era un momento altamente cinematográfico y me detuve a sacarle una foto.



Resultó que no era tan cinematográfico. Sigue siendo pa-té-ti-co. Recordé otra parte de la canción: If you only knew that I'm just like you... No es cierto, la puse en iTunes. Pero ya-son-las-dos.

domingo, junio 21

Good ol' "I'm gonna love you forever".

Esperamos que en el mejor de los casos el amor dure mucho tiempo. A veces nos ponemos intrépidos y esperamos que dure para siempre. También existe la posibilidad de la hipérbole: Te amaré después de que muera. Como sea, el amor está siempre lleno de cosas que uno no esperaba o que simplemente no tenía planeadas. En mi caso es una pena, porque presumo de tener la capacidad de calcular la mayor cantidad de posibilidades para tener cubierta cualquier eventualidad. Mentira. Uno nunca puede preverlo todo, planear todo, controlar todo. Y sin embargo, frente a esta gran incertidumbre que es perderse por alguien, en alguien y con alguien, lo único que uno puede hacer es bajar las manos y ponerse flojito.

¿O qué? ¿Me va a dar miedo? Si ya ni miedo puedo sentir por el embotamiento de los sentidos y el absoluto deseo de perderme por él, en él y con él.