El laberinto maligno que tenemos por ciudad

No quisiera abrumarlos con la tragicomedia que es mi vida personal, pero es que no mamen, ¿por qué me pasan estas cosas? ¿es acaso que dios sabe que tengo un blog que mantener y me proporciona historias ridículas? ¿es que debo ser la vocera del maremágnum citadino que muchos vivimos día con día? ¿es que soy la única babotas a la que le pasan estas cosas? Pero ahora no sólo yo tuve la culpa. Afortunadamente. Creo.

El viernes fui feliz en el concierto de Depeche Mode, y eso que ni fan soy. Nunca había visto bailar a tanta gente como en Never Let Me Down Again y Just Can't Get Enough. Estar en las gradas me dejó abarcar en su totalidad el espectáculo. No me refiero a DM, sino a las miles y miles de manitas que se movían de un lado a otro como si fueran extremidades de un solo molusco. No sólo es increíble sentirse parte de algo, sino que además 50 000 personas tengan la misma experiencia en el mismo momento. TODO BIEN HASTA AHÍ. Acabando el concierto no podía dejar de tararear Enjoy The Silence y ser feliz. Hasta cuando empezó a llover tanto que se me mojaron los calzones y hacía frío y lo que fuera, yo me mantenía de buen humor. Sin embargo, pasaron casi dos horas hasta que encontramos el coche. Dos horas. Olvidamos por completo la ubicación de ese wei y caminamos por el foro sol escurridos y sin rumbo. Así que por eso no llegué de humor para poner a tiempo el post-conciertero, pero es que QUÉ MAL ORGANIZADO ESTABA TODO Y QUÉ SUFRIMIENTO PADECÍ. Fuimos de los últimos en abandonar ese lugar. Ya pasaban de las dos para cuando llegué a mi casa realmente cansada, enojada y decepcionada y triste. Y escurrida, carajo.

Al otro día anduve buscando fiesta pero nada hubo. Entonces pareció viable la sugerencia: ir a casa de Silvia por una película (old boy, nada como la violencia extrema en una noche lluviosa) y regresar a la mía que estaba sola y disponible. Abordamos el auto de Daniel sin esperar nuestro negro futuro: PERDERNOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO. Confundir sur con norte, arrojarse unas cuadras en sentido contrario y ser detenido por una patrulla QUE NI DE TRÁNSITO ERA, pagar una mordida juntando pesos, ¡¡no encontrar cómo cambiar de sentido EN TLALPAN!! Y ES QUE LA CASA DE SILVIA queda a QUINCE minutos de la mía y en algún momento de la noche estuvimos en la Viga y en otro momento en una estación de metro de línea de color desconocido y todo era confusión. Cuando vimos un glorioso letrero que indicaba hacia dónde quedaba LA VILLA Daniel tuvo la grandiosa idea de ignorarlo y lo demás es historia. Estuvimos vagando como hora y media, nada más no nos sumimos en la desesperación porque la selección musical era muy buena y así logramos llegar a mi hogar con bien.

Debo ser la persona más despistada del mundo. Una vez, cuando estaba en segundo de secundaria me perdí en Reforma. Así; estaba sobre Reforma a la altura del metro Hidalgo y yo quería caminar hacia Tlatelolco y me fui hasta el Ángel de la Independencia. Estaba confundida y pensaba... "mmm, si sigo derecho en algún momento he de llegar a la Basílica". Siempre me pasa que no diferencio el norte del sur, ni conozco de colonias o delegaciones y hasta ahora me enteré de que los ejes nones "suben" y los pares "bajan".
¡Nada, nada! prefiero agarrar el metro y que me lleve a mi destino, confiar en los que gritan súbale súbale Indios Verdes La Villa Garibaldi, ellos sí saben, a ellos consagro mi fe; en los microbuses, metrobuses y metro-a-secas confiamos. Que la Guía Roji sea mi credo y locatel mi guía: no tengo sentido de orientación, ayúdame Jebuuús.