Me poseo a mí misma.
Pero luego se me antojan otras cosas.
Tomemos por enunciado axiomático que poderoso caballero es el dinero. Habrá pocas personas que refuten tal proposición. Entre las mil y un cosas sobre las que cavilo a últimas fechas (en las que me encuentro con mucho tiempo muerto, pues ya no voy al alemán y leo poquísimo), pensaba en qué haría si me ganara la lotería (a veces también pienso en lo que haría si consiguiera un trabajo, pero es mucho más recurrente lo de la lotería). Y se me ocurren hartas pero hartas cosas. Y puede ser muy cierto que es desagradable la gente que se preocupa demasiado por los-bienes-materiales, pero también es molesto que no se acepte que de vez en cuando a uno le invade la necesidad de poseer.
La imaginación, que tan fácilmente vaga por contextos improbables y posibilidades casi nulas, es capaz de elaborar todo un escenario armado con deseos. Cualquiera tiene la facultad de acomodar de alguna manera todo lo que se ha querido, de modo que al final quede construida una voluptuosa estructura onírica perfecta.
Quiero lo que quiere mucha gente. Ropa, un coche, poder comprar todos los discos que se me antojen por amazon o aquí en cualquier mixup. Quiero las ediciones especiales de todos los DVDs que se me ocurran, tres iPOD de diferentes colores, capacidades y características; una XBOX, un Play 2, uno portátil, un gamecube, un DS; la conexión más rápida, vivir sola sola en un grande y espacioso departamento... Realmente es difícil conformarse con poseerse a sí mismo. Qué incontinente soy; qué dirían de mí Epicuro, Lucrecio y Óscar Martiarena: "Chiiica, conserva la imperturbabilidad del almaaa..."; pero qué difícil es.
Y así continúa mi mente vagando: ¿Qué haría si tuviera padrinos mágicos? ¿Si me encontrara un cheque en blanco? ¿Si me robara una maleta con cien mil dólares producto de una estafa llevada a cabo por mis padres? ¿Si me robara todo el dinero de un casino con ayuda de otros once weyes? ¿si heredara un molino en Andaluthía? Ah, pero qué poder tiene el dinero.