Funciona a muchos niveles

La otra noche fui a una fiesta insuperable donde todos eran buenos amigos. La verdad es que iba bastante predispuesta pues fue en Santa Fé en casa de un amigo de Sal verdaderamente fresa. Cuando llegamos las largas cabelleras con rayitos y los chicos cuidadosamente despeinados no tardaron en reverberar ante mis ojos y sí, sí querido público, sentí miedo. Tuve miedo porque soy una prejuiciosa de primera y siempre que veo tal cantidad de gente fresa unida me siento amenazada, pero en esta ocasión me tragué mis propias palabras porque me la pasé increíble. No quepo en mi felicidad porque conocí gente re chida y me di cuenta de una teoría que Sal tiene y yo no creía posible, pero lo cierto es que la gente en todos lados es igual. Escuchan la misma música y ya pedos se prenden hasta con Jeans y con todas esas rolas que yo bailo tras haber consumido el suficiente alcohol. Dentro de las pláticas que tuve con varias personas (muchas no las recuerdo ni en sus más generales características), hubo una que fue más o menos así:
Sal (hablando de Q, uno de sus amigos del ITAM, dirigiéndose a mí): Este wei le llamó por teléfono a la vieja con la que cogió por primera vez para sugerirle que volvieran a coger ahora que ya habían pasado diez años y recordar los viejos tiempos.
Yo: (me cago de la risa).
Q (dirigiéndose a Sal): Ah, sabes qué le pasó a esa chica, se murió.
Todos: (silencio incómodo).
Después de eso Q habló de cómo se enteró que ella había muerto. Leyendo el periódico supo que tuvo un accidente en el coche. Entonces habló de una de las cosas más desconcertantes que he escuchado, por lo que me animé a escribir sobre la fiesta en este blog. Agárrense.

Siendo todos nosotros tan descuidados, tan humanos, tan despreocupados y valemadristas, usamos las palabras a la ligera. Una de ellas, cuyo uso es claramente abusivo es "nunca". Nunca le voy a volver a hablar. No quiero volverte a ver nunca. Nunca me había pasado algo como esto. Y de repente "nunca" significa cualquier cosa. Decía Q que por primera vez se daba cuenta de que esa palabra adquiría en su vida un valor nuevo, estaba redefinida, purificada y más que nunca devuelta a su origen.

Nunca voy a volver a verla.

Y eso es lo más cierto. No poder volverle a decir nada, ni abrazarla, ni compartir el espacio con ella. Eso, queridos, desocupados y curiosos lectores, eso es realmente nunca.

Por ahí hubo grandes episodios que la autora ha olvidado debido al estado de ebriedad en el que se encontraba, pero de lo que me acuerdo es de que platiqué con una chica super mega fresa sobre filosofía (¡yo hablando de filosofíaaaa!). Uy uy. Además ya tomo cubas sin ningún reparo (aunque sean la bebida oficial del abogado) porque simplemente saben bien y me ponen a tono... Gran fiesta. Esperemos que le sigan muchas más en estas épocas sacratísimas.
Por ahora es todo. Ya estoy de vacaciones, pero como dice Rosángela: parece que yo vivo en unas eternas vacaciones... y puede ser que no esté tan equivocada.