Todavía creo ver el resplandor de tu perfección. Como un ciego que no siempre lo fue y cree distinguir entre la negrura un haz de luz. Cierra los ojos vacíos, los aprieta y entre más cerrados los tiene, más parece acercarse a lo que realmente no existe más allá de su anhelo. Abre los ojos esperando que el milagro se haya realizado: delante solo penumbra.
Y un dolorcito agudo y punzante que no va a desaparecer.