El blog se fue al limbo por un breve lapso, pero regresó,
sigan con sus vidas, tranquilos todos.
Estaba pensando en cómo obtener dinero sin tener que trabajar y de repente me encontré escribiendo un post sobre todas las cosas de las que estaría dispuesta a desprenderme con el único fin de comprarme otras. Me acordé del sobrino puberto de Sal que cada que sale algo que se pone de moda vende el artículo de moda anterior y así se deja llevar por la corriente: si se compra un minidisc lo vende para comprarse un iPod, que luego vende para comprarse una Xbox 360 y así al infinito. También me acordé de un amigo al que acompañé una vez al centro porque quería vender un anillo de oro que una ex le había regalado. Pensé que era de lo más bajo, reprobable y desalmado. Dije que jamás haría algo así. Pero hace rato cuando estaba haciendo el otro post, me di cuenta del monstruoso ser que puedo llegar a ser, pues entre las cosas que estoy dispuesta a vender está prácticamente todo excepto mi computadora, algunos libros y mis discos.
Es difícil darse cuenta de que algo que en el pasado fue lo que más valoraba o que más importancia tenía para mí, ahora está quedándose atrás. No sólo funciona al nivel de las cosas, sino en todo. Recuerdos, gente, amor. Y aunque uno quiera tomarlo por el lado "natural", decir que esas cosas pasan, que así es la vida... Cuesta trabajo darse cuenta de lo crudo de la situación. Un día estás en la cima, luego nada. Un día eres lo más importante para alguien... luego quién sabe. No existen garantías. Todo está sujeto al cambio.
Cómo derivó el post en esto, no tengo idea, pero la enseñanza es clara: todo puede salir a la venta excepto aquellas cosas que DE VERDAD amamos y apreciamos. En ese caso ni muriéndome de hambre las dejo ir.