Las primeras veces

Hace un par de semanas perdí una bolsa
en Centro Coyoacán, la dejé en una banca.
Afortunadamente ahí estaban las llaves
de mi casa.

Anoche escuché por primera vez el nuevo disco de The Dears: Gang of Losers. La semana pasada oí por primera vez el nuevo de Muse: Black Holes and Revelations (no pongo link porque todas las críticas y reseñas que encontré no le ayudan nada a ésta, una de mis bandas favoritas). Dentro de no mucho tendré la primera experiencia de ver a Belle & Sebastian. Pero la verdad las primeras veces me aterran por su fugacidad.
Hoy leí por primera vez el maravilloso cuento en el que yo soy la heroína. Soy Aseneta.

Querida Aseneta,
Tal vez tiene usted unos maravillosos ojos negros que lanzan miradas aromáticas a su alrededor, tal vez siembra tras de sí sombras costosas y tal vez orina agua de colonia, como dijo una escritora, pero eso no le ayudará a llegar a ser la heroína de este libro. Lo puede conseguir sólo la lectora que antes del día en que empieza a leer este cuento haya perdido una llave. Una llave cualquiera. La llave del maletín de maquillaje, la llave de su auto, o de un departamento ajeno, da igual. Si eso le ha pasado está en buen camino y sólo usted puede considerarse la heroína de este cuento y la portadora del nombre falso de Aseneta. Ninguna otra. Las demás lectoras pueden tirar este libro, inclusive, porque él ya no se refiere a ellas.

Pero no quiero acabar de leerlo. Cuando termine, la primera vez habrá quedado atrás. Nunca lo voy a volver a leer por primera vez. Exijo una segunda primera vez.